lunes, 7 de junio de 2010

El gran problema del Universo


El Universo, sofocado, decidió consultar sus problemas con su hermano mayor, el Caos. No se sentía seguro acerca del resultado de algunas de sus decisiones.

Si bien había generado una serie de prometedoras leyes casi inmutables, no estaba del todo satisfecho.

En efecto, la Gran Explosión Universal había sido única, una verdadera obra de arte en muchos sentidos. La belleza y magnificencia de las galaxias y de los cientos de tipos de astros diferentes que las conformaban era innegable. La expansión de esas criaturas en el interminable Infinito lo llenaban de orgullo. Había, en los miles de millones de planetas por él generados, hermosos océanos, albas y ocasos, arcos iris de colores soberbios, auroras de todo tipo, eclipses; además de arrogantes cometas, imponentes supernovas, misteriosos agujeros negros, quasares, bellísimas nebulosas, lluvias de estrellas.

La materia –su máxima creación- era sorprendente, aunque a veces era caprichosa. La energía, su hermana gemela, era un portento inimaginable de posibilidades. A los ojos de cualquiera ajeno a él, ambas hijas eran maravillosas, aun sin considerar que juntas habían procreado algo sensacional llamado vida, a la cual asignó, con demasiada ligereza, la facultad de mutar, de evolucionar, de generar millones de nuevas opciones a cada momento.

Y ahí radicaba el enorme problema, aquello que lo mortificaba y que, completamente angustiado, decidió consultar con el Caos:

“¿Cómo es posible que la evolución que yo mismo propuse haya llegado a crear al ser humano?”

El Caos, riéndose de su metódico e ingenuo hermano menor, le sugirió, una vez más, generar un gran diluvio exterminador.

Criaturas de las tempestades


Nadie imaginaba cómo eran, porque solamente aparecían durante las grandes tormentas, cuando la visibilidad era nula para los humanos y para las especies marinas. Entonces llevaban todas las ventajas para depredar a su gusto.

Se suponía su existencia, porque algunas veces los rayos que caían durante las tempestades, las iluminaban por fracciones de segundos, y los pocos humanos que lograron verlas y sobrevivir, decían que asemejaban fantasmas amorfos multicolores que inmediatamente desaparecían entre la borrasca.

Se nutrían de aves extraviadas arrastradas por los vientos huracanados, aunque había rumores de hombres de mar que habían sido devorados por ellas.

Cuando la tempestad amainaba, desaparecían por completo, y se decía que habitaban en las cavernas de los riscos frente al océano, aunque nunca nadie se atrevió a confirmarlo.

Como sea, todas fueron especulaciones, hasta que una de las criaturas cayó en la playa fulminada por un rayo. Fue encontrada por unos pescadores que la describieron como una criatura del infierno, ni animal ni vegetal, ni ave ni mamífero. Cuando pretendieron recoger aquel extraño cadáver para llevarlo al pueblo y mostrarlo tal cual era, éste simplemente se convirtió en arena, y en un extraño y sutil humo verde.

Después de aquel incidente, se supo que todas aquellas pavorosas criaturas habían sido contratadas por un cineasta de Hollywood para una nueva película de ciencia-ficción.

Inmediatamente después de conocerse esta noticia, las criaturas de la tempestad aparecían siempre con anteojos oscuros.

Sus representantes legales ya no les permitieron conceder entrevistas.