martes, 9 de febrero de 2010

Bartolomeo y Vladimira


Bartolomeo era un sapo muy feo que habitaba en la Charca de los Nenúfares junto con otros cientos de su especie.

Cuando decimos que Bartolomeo era feo, es porque lo era, y porque se salía por completo de los estándares de belleza de su especie: su hocico era pequeño; su piel tenía pocas protuberancias carnosas; su color verde oscuro era demasiado claro; y muchas cosas más que en nada lo ayudaban.

Vladimira era una bellísima sapo hembra que habitaba la misma charca. Por el contrario de Bartolomeo, ella cumplía con todos los atributos para ser admirada y deseada por todos los demás sapos: su hocico era enorme; su piel verrugosa era pegajosa y maloliente; su forma de saltar entre las piedras era muy sensual; etc. Era toda una hembra.

El primer problema era que Bartolomeo amaba a Vladimira de manera extraordinaria, lo que lo convertía en la burla de los demás sapos de la charca. El segundo problema era que la belleza de Vladimira era tal que constantemente aparecían hermosos sapos galanes a tratar de conquistarla.

Todo lo anterior mortificaba a Bartolomeo, quien había decidido amar a Vladimira por siempre, pasase lo que pasase.

Así, durante las noches lluviosas, cuando los sapos machos buscaban afanosamente a los sapos hembras, se veía la triste silueta de Bartolomeo babeando por su amada, mientras decenas de pretendientes croaban cerca, tratando de provocar el amor de Vladimira.

Lo que nadie sabía en aquella charca de sapos chismosos, era que Vladimira era una verdadera dama que anhelaba ser madre de muchos pequeños anfibios todos del mismo padre. No soportaba a los galanes ni a los aventureros de una sola noche, por lo que de reojo miraba a Bartolomeo deseando que éste tuviese valor para croarle su amor entre los nenúfares.

Ella no veía la fealdad de Bartolomeo, pero lo notaba tímido, así que un anochecer, fue ella quien se le acercó croando su amor por él.

Éste, sorprendido por el interés de Vladimira, y ante la extrañada mirada de las demás criaturas de la charca, emitió un leve croar que volvió loca de amor a la bella sapo hembra.

Esa misma noche, en un escenario de sapos envidiosos y resentidos, Bartolomeo fecundó cientos de huevos de Vladimira, quien se dedicó varios días a protegerlos hasta que nacieron decenas de hermosos renacuajos. Bartolomeo los miraba orgulloso, esperando con ansia la próxima noche lluviosa para poder de nuevo besar a su amada.

Cuenta la leyenda que todos los sapos que hoy habitan la Charca de los Nenúfares descienden del feo y perseverante Bartolomeo, el eterno enamorado de la bella Vladimira, un sapo hembra con mucha clase.