domingo, 8 de noviembre de 2009

La ventana


Es el atardecer de un día de un fin de semana como cualquier otro. Mi familia -toda ella- sale apresurada a la calle a cumplir con consignas sociales y compromisos con seres semejantes que buscan relaciones mundanas para satisfacer su necesidad de comunicación.

Yo prefiero la tranquilidad del hogar. Tal vez sea porque tengo un secreto que solamente encuentra su oportunidad en las tardes aparentemente solitarias en casa, que no son muchas.

Cuando finalmente –y afortunadamente- me quedo solo, abro la ventana.

No hablo de la ventana con pistillo y marco de madera o metal con vidrios que asoman a la calle. Hablo de otra ventana, algo muy diferente, pero al mismo tiempo, muy parecido.

Es una ventana hacia otras dimensiones, hacia otros mundos. Más que una ventana, es una oportunidad para que otros entes y yo establezcamos extrañas relaciones muy positivas.

Un instante después de que la abro, empiezan a entrar por ella seres que los humanos considerarían extraordinarios. Habría que preguntarles a ellos qué opinan de la rareza de los humanos.

Poco a poco, ellos se van acomodando a mi alrededor. Creo que sienten amena mi presencia, pues enseguida se percibe su tranquilidad.

Después empiezan a contarme sus experiencias recientes. Algunas son de verdad difíciles de entender, porque sus mundos son complejos y muy diferentes del mío, pero a todos los escucho con atención, porque después ellos escuchan mis problemas, y de verdad siento que me comprenden.

Un ser humano inteligente que nos observase, consideraría estas extrañas reuniones como terapias grupales entre entes disímbolos, pero las calificaría de efectivas, pues de alguna manera todos salimos satisfechos.

Unos instantes después, mis colegas de otros mundos y dimensiones, salen por donde entraron, todos con sus rostros inexistentes llenos de sonrisas invisibles pero satisfactorias, y regresan a sus mundos esperando una nueva oportunidad de encontrar abierta mi ventana, ésa que solamente se abre cuando mi familia -toda ella- sale apresurada a la calle a cumplir con consignas sociales y compromisos con seres semejantes que buscan relaciones mundanas para satisfacer su necesidad de comunicación.