viernes, 6 de noviembre de 2009

Entes subatómicos


Nació partícula. Nadie lo consultó al respecto. Asumió su papel.

No era un ser animado ni tampoco fantástico. Era una criatura subatómica, regida por las inmutables leyes universales de la física, cuya función era muy simple: ser emitida por una reacción nuclear, para después ser proyectada en busca de colisiones con átomos que se le atravesasen en el camino, para así destruirlos y multiplicar de esta manera a su especie, hasta la total extinción del universo, la llamada reacción en cadena.

Sin embargo, por una complicada anomalía científica, poseía una extraña y muy simple forma de conciencia. Ella sabía de su enorme potencial destructivo, y de ninguna manera lo disfrutaba.

Su inmutable trayectoria y su portentosa velocidad implicaban que muy pronto entraría en una colisión atómica fatal para el universo. Sólo un milagro lo evitaría, a pesar de todos sus esfuerzos.

Pero los extraños equilibrios de supervivencia del universo, regidos por entes superiores inimaginables, decidieron que no sería así. Para ellos no existía la fatalidad. Las leyes de la física podían asimilar excepciones, y éste era el caso.

Fue entonces que un extraño ente de índole fantástica apareció en escena: una especie de hada sabia y todopoderosa, igualmente subatómica, capaz de transformar a las radiaciones peligrosas en criaturas positivas, en seres favorables.

Fue así que Arec, la peligrosa partícula -gracias al hada Aleuta y a los indescriptiblemente sabios rectores del universo- fue dirigida justo al cerebro de Junat, el malvado duende negro a quien todos temían, y quien, según la leyenda de las Anciras, gracias el impacto de nuestra especial partícula en una de sus neuronas, sufrió un cambio radical favorable, y hoy se le considera el ancestro de los duendes buenos, aquéllos que mantienen los bosques de nuestro planeta libres de hombres lobo y otras criaturas tenebrosas.