martes, 20 de enero de 2009

El extraterrestre del grano de sal


Viajó desde el otro extremo de la galaxia en busca de un planeta que albergase vida en cualquiera de sus formas, y su bio-radar de última generación lo dirigió de manera automática y precisa hacia la Tierra.

Por la densidad de vida detectada, el ordenador de la nave lo llevó probabilísticamente hacia el océano. Fue atrapado por un inesperado huracán y arrojado a una salina costera. Su nave microscópica quedó atrapada dentro de un grano de sal.

Después de dos millones de años terrestres, la salina empezó a ser explotada por los seres humanos. Tarde o temprano, un trascavo lo recogió, y días después se vio envasado, dentro de su grano de sal, en un paquete comercial.

Él no sabía realmente lo que sucedía, pero la longevidad y la paciencia características de su especie lo iluminaron, mas ahora los cambios externos iban demasiado rápido.

Un poco de tiempo después se descubrió a sí mismo, todavía contenido en el grano de sal, dentro de un extraño recipiente que los humanos conocemos como salero. Estaba ubicado sobre la mesa del comedor de una familia de clase media, pero todo aquello le resultaba ininteligible: él anotaba en su bitácora todo lo que veía, y sus instrumentos registraban el clima, las variables externas, todo lo que parecía tener alguna relevancia científica.

De repente el salero fue agitado, y aquel grano de sal allí contenido cayó en un plato de lentejas. Una enorme pala metálica (que los humanos llamamos cuchara) lo condujo hacia un orificio muy oscuro, de donde fue llevado, ya fuera del disuelto grano de sal, a un ducto larguísimo, y después a un depósito muy ácido en donde finalmente pudo establecer contacto con algunas extrañas formas de vida, lo que finalmente era el objetivo último de su interminable viaje.

Y así, cuando estaba totalmente inmerso en la ciencia para la cual había nacido, un ser terrestre se le acercó aparentemente en son de paz, y él -investigador hasta las últimas consecuencias- trató de establecer comunicación:

“Hola, soy Agfertyxestt, del planeta Refftygounixd.”

La amiba histolytica no entendió el amigable mensaje ni la relevancia científica detrás de aquel milenario viajero intergaláctico, y lo engulló sin piedad.