viernes, 21 de noviembre de 2008

El espíritu de la dentadura


Definitivamente era un espíritu travieso y ocioso.

Su primer golpe fue robarse la dentadura que una anciana del asilo había dejado en su mesita de noche.

Después hizo algo que siempre se le había antojado: todas las mañanas se ocultaba en alguna rendija de los asientos del metro, y en plena hora punta, escogía a su víctima.

El jefe de la oficina de reclamaciones del metro se aburrió de recibir a diario absurdas quejas de mujeres que aseguraban haber sido mordidas en el trasero por una dentadura perversa.